Como Ruth Bader Ginsburg, un grupo pionero de abogadas puertorriqueñas abrió una brecha importante para sus congéneres en la profesión, plantea Carmen Dolores Hernández
Como Ruth Bader Ginsburg, un grupo pionero de abogadas puertorriqueñas abrió una brecha importante para sus congéneres en la profesión, plantea Carmen Dolores Hernández
La muerte de Ruth Bader Ginsburg priva al Tribunal Supremo de Estados Unidos de una voz importante para equilibrar las tendencias derechistas exhibidas por los jueces y consagra definitivamente a la segunda mujer en ocupar el puesto más alto de su profesión (tras Sandra Day O’Connor). Su vida profesional no fue fácil, sin embargo, como no lo fue para mujer alguna que, a principios del siglo pasado, osara adentrarse en el ámbito tradicionalmente masculino de la práctica del derecho. A pesar de graduarse primera de su clase en la Universidad de Columbia, Felix Frankfurter, juez del Tribunal Supremo, la rechazó como oficial jurídico por ser mujer. Tampoco pudo unirse a un bufete; se dedicó a la enseñanza.
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