Norberto González fue un hombre sencillo, humilde, llano y amistoso, que hizo todo lo que pudo por promover la literatura, escribe Hiram Sánchez Martínez
Norberto González fue un hombre sencillo, humilde, llano y amistoso, que hizo todo lo que pudo por promover la literatura, escribe Hiram Sánchez Martínez
Tres días antes de él morir, llegué ese viernes temprano a su librería a llevar varios ejemplares de “Ató con cintas sus desnudos huesos” que Ana Cecilia, su hermana, me había solicitado. Me extrañó muchísimo ver su oficina —justo al lado de la de ella y sin puerta— en la penumbra que causan las luces apagadas. ¿Norberto no ha venido a trabajar hoy?, le pregunté sin imaginar que me respondería que él estaba hospitalizado por un incidente cardiovascular que había sufrido y le mantenía en la Unidad de Cuidado Intensivo de un hospital de Santurce. Hablamos un rato sobre la dedicación de Norberto a su trabajo, sobre el esfuerzo físico y mental que requería llevar el timón de sus tres librerías —Río Piedras, Plaza Las Américas y Cayey— y la conveniencia para su salud de que bajara la intensidad de los esfuerzos que le ponía a todo. Pero Ana Cecilia, que siendo su mano derecha seguramente le aconsejaba “bajar las revoluciones” en el trabajo, estaba resignada al modo de ser de su hermano mayor, acostumbrado desde siempre al mucho trabajar y poco descansar.
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