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“Totón” y “Luchy”: 73 años de amor incondicional

La longeva pareja, con dos hijos y tres nietos, revela cómo ha forjado su relación tras más de siete décadas

14 de febrero de 2024 - 11:45 PM

Se llegaron a jurar amor eterno y permanecer juntos hasta el último respiro. De ese modo, el 25 de febrero de 1951, Ramón Méndez Pérez, de 97 años, y Carmen Lucía Méndez González, de 95, comenzaron a forjar un camino, sostenidos de la mano hasta el presente.

Incontables fotografías familiares, pinturas enmarcadas, trofeos deportivos de tenis y figuras religiosas, son algunos de los elementos que rodean su hogar, que resume a grandes rasgos lo que ha sido su vida en matrimonio, en la que procrearon dos hijos, Ramón Eduardo y Ángel Antonio.

Desde niños “Totón” y “Luchy” –como suelen ser conocidos y prefieren que se les llame-, se criaron en la misma calle, en el área de Miramar, y llegaron a estudiar en el mismo colegio por un periodo de tiempo, lo que dio paso a una amistad entre ellos, sin ningún interés romántico.

Eran muchas las coincidencias que les unían, entre las respectivas familias de ambos, incluyendo el que ambos padres nacieron en el mismo pueblo al norte de Asturias, en España. Sin embargo, a Luchy no le interesaba su vecino, pues tenía fama de “picaflor”. Mientras ella era una joven talentosa, aplicada, seria y dedicada a la iglesia, Totón se la pasaba bailando, aun cuando era un buen estudiante y pertenecía al grupo con calificaciones de honor, según contaron al abrir las puertas de su hogar a El Nuevo Día.

Fascinante historia de amor en Puerto Rico: 73 años casados y contando

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Él tiene 97 años. Ella, 95. Juntos conectan un amor boricua para la historia.

“Ella (Luchy) era muy seria. Antes de irme a Chicago, no porque quise, sino porque me mandaron, yo lloré como un nene chiquito. Tuve que estudiar y hacer la maestría allá, luego de haber estudiado por dos años en la Iupi. Me inicié en la fraternidad Sigma y era de los mamitos que estábamos allí en el pasillo debajo de la Torre. Allí veíamos a todas las nenas pasando. Éramos unos mamitos”, reafirmó entre risas. “En cuanta fiesta había, ahí estaba yo. Al irme a Chicago por varios años, perdí todo tipo de contacto y relaciones”.

Sin embargo, a su regreso a la isla, ya graduado de maestría en Comercio de la Universidad de Chicago en 1949, el calendario marcaba la convención de la Sigma. Al no tener con quién ir, Totón recuerda que tuvo que buscar a su hermana a la playa del Escambrón, quien estaba junto a su futura amada Luchy.

“Vi a Luchy en traje de baño y dije, pero esta no se ve tan mal”, contó con humor. La invité a ella a la jarana del viernes. Fuimos a la jarana, fuimos al baile formal el sábado, fuimos al ‘té danzán’ el domingo en el sexto piso del hotel Normandie y el lunes a la gira, el día entero en el Guadalquivir Beach Club, donde está el Hotel San Juan ahora”, relató este hijo de padre español y madre puertorriqueña, nacido en el norte de Asturias, en España, y a los tres meses de nacido fue traído a la isla.

Además del amor, la admiración mutua, el respeto, la comunicación y las creencias religiosas, han garantizado el éxito de su matrimonio.
Además del amor, la admiración mutua, el respeto, la comunicación y las creencias religiosas, han garantizado el éxito de su matrimonio. (Carlos Rivera Giusti)

“No era que no lo quería, era un amigo que creció junto conmigo. La familia de él y la mía se conocían, eran de España. Aceptó la invitación porque él bailaba bien y a mí me encantaba bailar. Me llevaba bien con él, era una buena persona. Como un año estuvo detrás de mí, bailando, a fiestas y todo, pero nada serio, hasta que él insistió y nos hicimos novios”, detalló Luchy, quien gran parte de su vida se dedicó al arte de pintar y tuvo que darlo a un lado cuando comenzó a presentar problemas con su visión.

“Tú no querías ser mi novia. Yo me le declaré y me dijo que ‘no’. Ninguna otra novia me había dicho que no”, respondió acerca de su esposa, a quien se refiere entre risas como “Sor Lucía”, porque “se pasa todo el día rezando”.

Aunque del 1950 al 1952, Totón perteneció al Sistema de Servicio Selectivo, haber nacido en España y al no “aparecer” como ciudadano americano para aquel entonces, entre otras circunstancias que peligraban con tener que irse a combate en Corea, finalmente se libró de ir al quedarse como entrenador en el campamento de Tortuguero. Esto le dio la luz verde para finalmente pedirle matrimonio a Luchy.

“Ella me dijo, ‘si te mandan pa’ Corea, cero matrimonio’”, lo que afirmó Luchy. “Cuando me dieron los papeles oficiales de que me quedaba, era diciembre de 1950, y desde Salinas la llamé por teléfono público, porque para aquel entonces no había celular, y le dije, ‘mira, nos vamos a casar, que me quedo en Puerto Rico. Prepárate que nos casamos ya enseguida”.

De inmediato comenzaron los preparativos y ambos se casaron cuando tenían 23 y 21 años, respectivamente. Totón vacila en decir que “ya son 73 años de haber cometido matrimonio”.

Sólida base de amor

Aunque Luchy estaba comenzando estudios en la universidad para ese entonces, su esposo le propuso mantenerla, al asegurarle de que no tenía la necesidad de terminar la universidad. No obstante, ella confiesa luego haberse arrepentido de tal decisión.

“En esa época yo era lo que le llaman un buen partido”, dijo el esposo, a lo que su compañera le respondió: “Sí, y yo también era un buen partido. Lo que pasa es que no se reconocía a la mujer en esa época. Yo tenía un buen porvenir porque yo era estudiosa, tenía buenas notas y podía echar pa’ lante”.

Empero, la disponibilidad de tiempo la hizo involucrarse de lleno en la vida de su esposo y de sus dos hijos, quien en la actualidad uno es nefrólogo y el otro especialista en computadoras y consultor.

Los 73 años de esta aventura enlazados por la vida los describen como “buenísimos”. Desde pequeños comparten similitudes, en cuanto a procedencia, ideales, crianza, valores y costumbres, pilares que han sostenido una relación de sobre siete décadas. Además del amor, la admiración mutua, el respeto, la comunicación y las creencias religiosas, han garantizado el éxito de su relación.

La residencia de Ramón Méndez y Carmen Lucía Méndez está rodeada de memorabilia que hace constar lo felices que han sido a lo largo de su matrimonio.
La residencia de Ramón Méndez y Carmen Lucía Méndez está rodeada de memorabilia que hace constar lo felices que han sido a lo largo de su matrimonio. (Carlos Rivera Giusti)

“Qué bueno que me casé con ella. Todo lo hacemos juntos”, indicó Totón, mientras hizo referencia a lo activos que fueron como padres de niños que practicaron el escutismo. Asimismo, por una invitación de unos vecinos suyos, el deporte del tenis transformó la vida de todos ellos como familia.

“Todo lo que él empezaba, yo lo seguía”, agregó Luchy, pues también se puso a jugar tenis, deporte que les dio la oportunidad de viajar en diversidad de ocasiones.

“Yo fui el fundador de la Asociación de Árbitros de Tenis de Puerto Rico. ¿Y qué pasó con Luchi? Se hizo árbitro también. Viajamos a varios Centroamericanos, siempre juntos”, recordó mientras destacó que ambos pertenecen al Salón de la Fama de Tenis.

“Yo hago todo lo que ella me dice que haga. Tengo la última palabra, eso sí. ¿Sabes cuál es la úlima palabra? Sí, Luchi”, expresa el patriarca de la familia, ya con un poco perjudicada de la audición y quien recientemente sufrió dos ataques isquémico transitorio. “Lo importante es que hacemos todo contando uno con el otro”.

La pareja de adultos mayores viven orgullosos de sus tres nietos, los gemelos Sebastián y Andrés, y Camila.
La pareja de adultos mayores viven orgullosos de sus tres nietos, los gemelos Sebastián y Andrés, y Camila. (Carlos Rivera Giusti)

Sin duda, el buen sentido del humor también les sostiene. “Él no se calla, yo soy menos habladora, pero yo sé ejecutar”, agregó la matriarca.

En su longeva relación, llena de lucidez, han vivido también orgullosos de sus tres nietos Camila, y los gemelos Sebastián y Gabriel. No imaginan su vida del uno sin el otro, pero aceptan la voluntad de Dios cuando les toque separarse en el plano terrenal. Despidieron a este medio, caminando hasta la puerta, sujetados de la mano, extrañando a esos vecinos que ya no están...

La pareja conserva un una copia de la revista Puerto Rico Ilustrado reseñando la boda.
La pareja conserva un una copia de la revista Puerto Rico Ilustrado reseñando la boda. (Suministrada)

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