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Inundaciones que afectaron la comunidad Juana Matos, en Cataño, este año.
Inundaciones que afectaron la comunidad Juana Matos, en Cataño, este año. (Ramón “Tonito” Zayas)

Una cosa quedó clara este 2022: el cambio climático, producido por el calentamiento global, tiene más impactos sobre Puerto Rico de lo que, de ordinario, se conversa públicamente o de lo que algunas personas quieran reconocer, a juicio de expertos en ciencias atmosféricas.

La muestra más clara es el repaso de lo que vivió Puerto Rico este año, más allá del impacto directo del huracán Fiona: una extensa sequía, múltiples olas de calor extremo, frecuentes eventos de polvo del Sahara, inundaciones catastróficas y patrones de lluvias irregulares.

“Hay muchas otras cosas que quizás no hablamos a diario, como los huracanes, pero ciertamente son impactos que van a seguirse viendo con el cambio climático”, señaló a El Nuevo Día el director interino del Servicio Nacional de Meteorología (SNM) en San Juan, Ernesto Rodríguez.

Para inicios de este año, este diario reportó que Puerto Rico comenzó el 2022 con, aproximadamente, un 81.76% o más de la mitad de su extensión bajo patrones de sequía, que comenzó a generarse desde mayo de 2020. Este fue el tercer año consecutivo en el que la isla iniciaba el mes de enero bajo estas condiciones.

Sin embargo, un mes después, remanentes de un frente frío produjeron lluvias torrenciales que provocaron inundaciones devastadoras en múltiples pueblos del norte y zona metro de la isla. En solo 24 horas, se acumularon sobre 12 pulgadas de precipitación.

Incluso, se batió el récord de 0.80 pulgadas acumuladas en San Juan que se alcanzó el 5 de febrero de 1998. Ahora, la cantidad más alta de agua acumulada para esa fecha en ese pueblo es de 3.82 pulgadas.

A ese inusual evento de lluvias le siguió un mes de mayo seco, hecho que sorprendió a los meteorólogos locales y expertos en climatología, porque no se reportaron las tradicionales “lluvias de mayo”. La ausencia de ese “típico” evento de precipitación provocó que Puerto Rico entrara a junio y julio -meses climatológicamente secos en esta región- con bajos niveles de agua en los embalses y amenazas de racionamiento.

De hecho, en junio todavía el 80% de la isla estaba en sequía y la mayoría de los caudales de los ríos corrían por debajo de lo normal. Por los tres meses subsiguientes, múltiples abonados de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) experimentaron interrupciones de agua programadas ante la ausencia de eventos de lluvia.

Una de las razones que mencionó el SNM en su análisis de por qué no se generaban suficientes aguaceros entre mayo a agosto destaca el flujo frecuente y voluminoso de particulado de polvo sahariano.

Ese patrón culminó en septiembre, cuando la tormenta tropical Earl y el huracán Fiona se encargaron de producir lluvias en exceso sobre Puerto Rico, en cortos períodos de tiempo.

Earl, por ejemplo, no pasó sobre la isla, pero su cercanía al norte de la región provocó un cambio en el flujo del viento que movió toda la humedad tropical hasta el archipiélago, lo que impulsó aguaceros fuertes que provocaron inundaciones en la mitad norte de la isla.

Asimismo, Fiona, que afectó a Puerto Rico entre el 17 al 19 de septiembre, dejó sobre 20 pulgadas de precipitación en varios pueblos. Este ciclón, que llamó la atención porque alcanzó fuerza de huracán de categoría 1 sobre Puerto Rico, provocó la ejecución de miles de rescates en, al menos, 25 municipios, la mayoría por inundaciones catastróficas, según el SNM.

Precisamente, este periódico publicó el pasado sábado, 24 de diciembre, que la Oficina de Climatología de Puerto Rico concluyó que el huracán representa el evento de mayor acumulación de lluvia que haya afectado la isla durante períodos de 48 a 72 horas.

Pero la lluvia intensa no culminó con Fiona. Por el contrario, la combinación entre vaguadas en niveles altos de la atmósfera y ondas tropicales generaron entre octubre y principios de noviembre fuertes eventos de precipitación que resultaron en deslizamientos de tierra e inundaciones severas. Incluso, el huracán Nicole, el último ciclón de esta temporada de huracanes, surgió al norte de Puerto Rico por la combinación entre dichos fenómenos.

Si bien el año empezó con sequía, culminará con valores de lluvia acumulada por encima del promedio, de acuerdo con los registros tomados por observadores del tiempo del Programa Cooperativo de Observadores (COOP, en inglés) de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés).

De las 43 estaciones cooperativas en Puerto Rico, la que ubica en el Vivero de Peces en Maricao acumuló, desde el 1 de enero hasta el 22 de diciembre, 132.12 pulgadas de lluvia, lo que implica 34.31 pulgadas más que el valor promedio, calculado tomando datos de 30 años (1991-2020).

De la misma forma, la estación meteorológica que ubica en el aeropuerto internacional Luis Muñoz Marín acumuló, para el mismo período, 71.01 pulgadas, cuando el valor promedio es de 59.87.

En materia del calor, el SNM emitió unas 30 alertas por calor extremo en Puerto Rico, entre mayo a octubre de este año. De esa cifra, 29 fueron advertencias de calor (riesgo de valores en o sobre grados Fahrenheit 108 °F) y la restante fue el aviso de calor extremo (valores en o sobre los 112 °F).

El aviso de calor extremo se emitió el 22 de septiembre, debido a que la humedad que dejó tras su paso el huracán Fiona se combinó con altas temperaturas y dichas condiciones amenazaban con producir índices de calor de hasta los 114 °F.

Tanto Rodríguez como el profesor y científico atmosférico Rafael Méndez Tejeda coincidieron en que eventos como los reseñados en este artículo continuarán exacerbándose y cambiando a medida que progrese el calentamiento global. Recalcaron, al tiempo, que no se puede hablar de este fenómeno a futuro, sino en presente porque ya está ocurriendo y generando cambios significativos.

“El mensaje a la gente de Puerto Rico es dejar el pensamiento egoísta, porque somos un poco egoístas cuando decimos “ah, nosotros como país pequeño, apenas aportamos al calentamiento global”. Mentira. Nosotros aportamos muchísimo como individuo. Tú ves ahora mismo el consumo y te darás cuenta de todo el plástico que aportamos. Y la prueba es que todos nuestros vertederos están llenos. Nosotros no cambiamos equipos, sino que lo botamos y compramos uno nuevo. […] Dejemos de hablar como isla y hablemos como individuos”, señaló Méndez Tejeda, quien también dirige el Laboratorio de Investigación en Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Carolina.

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