The Last Dance fue hecho para recordarle a los más jóvenes quién es el más grande de todos los tiempos, escribe Esteban Pagán Rivera
The Last Dance fue hecho para recordarle a los más jóvenes quién es el más grande de todos los tiempos, escribe Esteban Pagán Rivera
Confieso que los primeros episodios de The Last Dance me causaron un cierto grado de decepción. En medio de la euforia que me causó revivir mi niñez con Michael Jordan en la pantalla chica, pensé que el documental —el menos en los primeros cinco, seis episodios— falló en su promesa de darnos ese fracatán de pietaje nunca antes visto de la temporada 1997-1998 de los Bulls de Chicago, y se ancló en mucho contexto que ya conocíamos.
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