Lo que este gris y veraniego Grijalva parece decirnos es que, para el poder federal, siempre es más fácil conseguir mil millones que resolver el problema del estatus de la isla o enjuiciar a los corruptos, escribe Cezanne Cardona Morales
Lo que este gris y veraniego Grijalva parece decirnos es que, para el poder federal, siempre es más fácil conseguir mil millones que resolver el problema del estatus de la isla o enjuiciar a los corruptos, escribe Cezanne Cardona Morales
Aquel caluroso verano, Rexford G. Tugwell -el último gobernador norteamericano de la isla, y a quien llamaban Rex el rojo- leía en La Fortaleza una novela anarquista. Aunque, para ser justo con Chesterton, habría que decir que la edición inglesa de El hombre que fue jueves que leía Tugwell debía advertir en la contraportada que aquel libro era, más bien, una irónica epopeya anarquista. Pero Tugwell, que al principio no confiaba en el gobierno local -es decir en los populares- se inclinaba hacia la defensa de los pobres y eso lo obligaba a leer a Chesterton con otros ojos. Por eso aparece una cita de la novela de Chesterton en sus memorias: “Los pobres han sido rebeldes, pero nunca han sido anarquistas; tienen más interés que nadie en que exista algún gobierno decente”. Era de noche cuando Tugwell copió ese pasaje -dice en La tierra azotada- y venía de una reunión de emergencia con su gabinete en el Salón de los Espejos por un doble desasosiego: la escasez de alimentos en la isla debido a la guerra, y su imagen como gobernador en la prensa puertorriqueña y estadounidense que lo tildaba de rojo, es decir de comunista, por sus posturas hacia los más desventajados.
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