“Y mi niñez fue todo un poema en el río, y un río en el poema de mis primeros sueños”. Julia de Burgos, Río Grande de Loíza

María Luisa Cortijo aún tiene intacto el recuerdo de aquellos días de su niñez en los que despertaba creyéndose una turista, agarraba una cartera de su mamá, un sombrero de su papá y se subía a El Ancón a cruzar las aguas del Río Grande de Loíza.

“El Ancón era la puerta del este. Para tu entrar al este tenías que entrar por El Ancón”, recordó Cortijo. “Como la quenepa es el símbolo de Ponce, El Ancón era el símbolo de Loíza en ese momento”, agregó.

Este icónico espacio es el eje principal de la historia cultural y social de Loíza. Antes de que se construyera, en 1985, el puente que hoy cruza el acaudalado río, la barcaza era el único método para conectar el área este con San Juan.

Se trató -en sus inicios en la década del 1920- de una plataforma de madera que era impulsada por personas que se apostaban a ambos lados del río. Allí, se transportaban caballos, carretas de bueyes y también turistas locales o extranjeros.

Para el 1978, cuando Cortijo asumió la dirección de El Ancón tras la muerte de su padre y se convirtió en la primera y la única mujer “anconera”, llegaron los carros y la plataforma pasó a ser de acero. “A la gente, le resultaba bien curioso que, en una época tan avanzada, hubiera un medio de transporte tan rudimentario como ese”, expresó.

Recordó que llegó a dirigir El Ancón decidida a “organizar” las cosas, pero no fue fácil. Enfrentó una huelga y el rechazo de algunos trabajadores que no querían estar bajo la dirección de una mujer.

“Para sorpresa de ellos, yo soy jerezana y dije, voy a trabajar El Ancón. Me puse mis pantalones, mis tenis, un sombrerito y me senté a esperar a que llegara el primer carro”, contó, al recordar ese día en que le declararon una huelga. Hizo tres viajes, empujando sola la barcaza.

Pero el día más difícil para Cortijo -después de la muerte de su padre- llegó en 1985 cuando cesó operaciones El Ancón. Para ese entonces, el viaje por vehículo era $2.50, incluyendo las personas que viajaban en su interior.

La educadora jubilada intentó mantener la embarcación como un atractivo turístico, pero no fue posible. Sin embargo, ese sueño sigue latente. “Estoy pasando casi el batón... pero yo voy a estar casi de observadora”, expresó.

Hace siete años, una nueva generación de hombres y mujeres activistas –cuyas vidas están enlazadas a la historia y las batallas de Loíza- crearon el colectivo El Ancón y, justamente, desde donde salía la barcaza establecieron un espacio en el que no solo mantienen viva esa parte de la historia, sino que luchan por escribir nuevas páginas.

“Esto es un nuevo ciclo de reencontrarnos y de decir: tenemos un amor por este espacio, que es un espacio histórico, pero también con una carga natural hermosa... estamos aquí para poder contar historias”, expresó Gloriann Sacha Antonetty Lebrón, quien es parte del colectivo.

“Lo que hacemos aquí es un acto de amor, pero también revolucionario por nuestra justicia social y nuestra justicia racial, así que estamos desde muchas esquinas”, agregó.

En este tiempo, el colectivo rehabilitó el espacio que ha servido para ofrecer talleres de bomba, confección de alimentos, así como de turbantes, y pesca de orilla, entre otras tantas cosas. También, ha sido un rincón de sanar heridas y reforzar el espíritu.

“Hay que reactivar un ancón... turístico, educativo, que represente esa misma energía económica, ese tejido social, esas historias, esas vivencias”, sostuvo Andrés Santos, director ejecutivo del colectivo, sobre la intención de retomar la barcaza como un atractivo turístico.

Poner a funcionar El Ancón, añadió, representa la importancia y necesidad de darle continuidad al rescate de los espacios emblemáticos del país.

Actualmente, el espacio está abierto al público los sábados y domingos de 12:00 del mediodía a 5:00 p.m. Los visitantes podrán disfrutar, además, de la exhibición “Relatos de un Pasaje” del artista y bisnieto de los fundadores de El Ancón, Juan Pablo Vizcaíno Cortijo. “Hacemos una interpretación no solamente de la historia de El Ancón, sino del sitio en términos históricos”, expresó Dilcia Torres, historiadora anconera, sobre el recorrido.

El Ancón se conocía como la “puerta del este”. ¿Ustedes quieren que este espacio vuelva a ser la puerta de qué?

“Yo honestamente veo esto... y es la mirada al futuro de lo que nos merecemos”, afirmó Antonetty Lebrón.