A pesar de que las ciruelas pasas no son de las frutas más consumidas en algunos países, su versión deshidratada posee un cúmulo de beneficios que muchas personas desconocen. Un reciente estudio de la Universidad Estatal de Oklahoma ha revelado que estas frutas no solo ayudan a mejorar la digestión, sino que también desempeñan un papel crucial en el fortalecimiento óseo y muscular.

El estudio señala que el consumo regular de ciruelas pasas aumenta los niveles de la proteína IGF-1, que regula la hormona del crecimiento y favorece el desarrollo óseo. Las ciruelas, además de ser ricas en fibra y vitamina K, contienen potasio, fósforo y magnesio, minerales esenciales para la salud ósea.

Un dato especialmente relevante para las mujeres postmenopáusicas, ya que la osteoporosis es una enfermedad prevalente en esta etapa, y consumir ciruelas deshidratadas podría revertir o retrasar la pérdida ósea.

Incluir ciruelas pasas en la dieta, unas cinco unidades al día (50 gramos), no solo fortalece los huesos, sino que también contribuye a reducir la inflamación, el estrés oxidativo y el colesterol malo (LDL), previniendo así enfermedades cardiovasculares. Según los investigadores, su consumo mejora la densidad mineral ósea en zonas críticas como el antebrazo y la columna vertebral, cuando se incorpora diariamente durante un año.

Además, su alto contenido en sorbitol, un azúcar de absorción lenta, evita los picos glucémicos, lo que la convierte en una opción ideal para quienes buscan regular el azúcar en sangre. A esto se suma su capacidad laxante, conocida por su riqueza en fibra, así como su aporte de hierro y vitamina C, nutrientes que mejoran la circulación sanguínea y previenen la anemia.

Incorporar esta fruta a nuestra dieta es sencillo: puede mezclarse en yogures, ensaladas, cereales o disfrutarse como un snack saludable.