Se adhiere a los criterios de The Trust Project
El Festival Puertorriqueño de Massachussets ofrece un pedacito de casa a incontables boricuas

A pesar de que Boston se vio asediado por aguaceros, decenas de personas llegaron hasta la plaza de la alcaldía de la ciudad a comer pinchos, comer arroz con gandules o tomar piña colada

29 de julio de 2023 - 7:02 PM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
José Machado llegó a Estados Unidos junto a su papá cuando tenía 12 años y desde entonces ha sido un férreo defensor de la puertorriqueñidad en la ciudad de Boston. (Juan Carlos Gonz)

La imagen comienza así: un hombre camina por una plaza bajo la lluvia junto a un curioso compañero. Es un personaje icónico, realmente, reconocido por varias películas que marcaron a toda una generación. Tiene un par de cicatrices en la cara y usa ropa de niño, pero en esta ocasión, su reconocible pelo anaranjado está cubierto por una bandana de la bandera de Puerto Rico. Y es que en el Festival Puertorriqueño de Massachusetts, hasta el mismísimo “Chucky” se hace boricua.

“Como el 2015 fue que saqué el muñeco de Chucky diferente para hacer algo para distraer a la gente y todo el mundo me pregunta por qué, pero es algo para que tengan memorias”, explica José Machado con el muñeco en el brazo izquierdo y una bandera enorme sobre su hombro derecho. José llegó a Estados Unidos junto a su papá cuando tenía 12 años y desde entonces ha sido un férreo defensor de la puertorriqueñidad en la ciudad de Boston.

“Yo nunca niego mi bandera porque las saco donde quiera y extraño mi isla”, dice, a pesar de no haber visitado Puerto Rico desde que era un niño. Pero José, como incontables puertorriqueños en las incontables diásporas alrededor de Norteamérica, ansía volver más que cualquier otra cosa. La vida, sin embargo, a veces tiene otros planes. Aun así, José tiene un plan de contingencia.

“Si me gano el premio de los 940 millones del Mega Millions, me compro una casa y ayudo a la gente pobre de Puerto Rico”, dice.

¿Qué le diría a los boricuas en la isla?

“No vendan sus tradiciones. Que no perdamos nuestras tradiciones para que les enseñemos al futuro de dónde vinimos”, aconseja antes de seguir su camino bajo la lluvia.

El Puerto Rican Festival of MA es un evento de dos días que consiste en un festival tipo feria, donde se levantan carpas y se vende comida boricua y parafernalia alusiva a la isla. Allí también se llevan a cabo presentaciones artísticas y se pueden encontrar machinas de todo tipo. El festival culmina con una parada que corre las calles de la ciudad y cierra con broche de oro, una de las pocas actividades en las que los puertorriqueños de esta zona y zonas aledañas pueden recargar energías y llevarse un pedacito de hogar.

Y ni lluvias torrenciales pueden parar la fiesta. A pesar de que durante gran parte del sábado Boston se vio asediado por aguaceros, decenas de personas llegaron hasta la plaza de la alcaldía de la ciudad a comer pinchos, comer arroz con gandules o tomar piña colada. El Festival se ha llevado a cabo desde 1967.

Por la plaza suben y bajan incontables personas, todos unidos bajo un sencillo símbolo de rayas rojas y blancas, un triángulo de azul y una estrella.
Por la plaza suben y bajan incontables personas, todos unidos bajo un sencillo símbolo de rayas rojas y blancas, un triángulo de azul y una estrella. (Juan Carlos Gonz)

Algunas personas han migrado desde la isla, de forma reciente o con varias décadas de entre medio, mientras otros ya son descendiente de primera generación nacidos en Estados Unidos. Tal es el caso de Brenda González. A pesar de nunca haber vivido en Puerto Rico, Brenda lleva su puertorriqueñidad a flor de piel, es una parte clave de su identidad y la de sus hijos. Recuerda vívidamente las emociones de su primera visita a la isla, muchos años después de haber ido cuando era solo una niña.

“La primera vez que fui a Puerto Rico, cuando aterrizamos, empecé a llorar. No sé por qué. Tendría como 12 años. Solo estando allí, te sientes como que has llegado a tu casa”, explica. “Y todavía hoy, cuando llego a Puerto Rico, nunca me tratan diferente. No te tratan como que naciste en Nueva York o en Estados Unidos, sigues siendo puertorriqueño porque lo llevas en la sangre”.

Como Brenda, Jennifer Cruz lleva la mayor parte de su vida siendo parte de la diáspora. Mientras pasa por la plaza bajo una sombrilla, vestida con ropa de la bandera, habla sobre su propia experiencia con su identidad puertorriqueña. Aunque es natural de Aguadilla, tuvo que salir desde pequeña de la isla, pues su padre estaba en la milicia.

“Yo viajé mucho porque mi papá estaba en el Army. Era difícil porque teníamos que viajar mucho, pero yo no he ido desde los 15 años. La última vez que fui tenía 15 años. Era mi quinceañero, pero mi abuela había fallecido y después de eso no volví. Por eso que estoy planeando de hacer un viaje el año que viene”, recuerda.

Jennifer, quien hoy 47 años, planifica un viaje a la isla junto a toda su familia el próximo año con la intención de introducirle su cultura a sus hijos y poder conectar con sus seres queridos en Puerto Rico.

Decenas de personas llegaron hasta la plaza de la alcaldía de la ciudad a comer pinchos, comer arroz con gandules o tomar piña colada
Decenas de personas llegaron hasta la plaza de la alcaldía de la ciudad a comer pinchos, comer arroz con gandules o tomar piña colada (Juan Carlos Gonz)

Pero el amor a Puerto Rico no existe solo entre puertorriqueños. Juan Obispo nació en las afueras de Lima, capital de Perú. Llegó a Estados Unidos en su juventud temprana y allí conoció a la persona que cambiaría su vida.

“Fue por medio de un amigo con el que trabajaba. Siempre estaba con él y un día fui a la casa suya y Milagros estudiaba con la esposa de él y estaba allí. Estuvimos poco a poco, hasta que nos casamos”, cuenta. Más de 50 años después, Juan y Milagros siguen casados y disfrutando de su vida juntos. Milagros salió de la isla a muy temprana edad y no ha podido regresar nunca. A pesar de que sufrió de un accidente cerebrovascular hace algunos años, su español y su amor por su cultura permaneces intactos. Y Juan se ha convertido en algo así como un boricua por adopción. Ama la cultura y hasta aprendió a preparar comida puertorriqueña para el gusto de su esposa. “Eso es lo que preparamos en casa. Ya yo la preparo, yo cocino en casa”.

La experiencia puertorriqueña está hecha de historias.

Por la plaza suben y bajan incontables personas, de distintas edades y procedencias, de distintas culturas y experiencias, todos unidos bajo un sencillo símbolo de rayas rojas y blancas, un triángulo de azul y una estrella. Aunque estén parados en medio de una de las ciudades más antiguas del país de los anglosajones, esta tarde, una pequeña plaza de Boston se siente como un pedacito de casa.

Popular en la Comunidad


Ups...

Nuestro sitio no es visible desde este navegador.

Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: