Se trata de incorporar nuevas prácticas sociales, de una conducta humana que reconozca y defienda a su gente más allá de la definición de edad o sistema inmunológico, escribe Arturo Massol Deyá
Se trata de incorporar nuevas prácticas sociales, de una conducta humana que reconozca y defienda a su gente más allá de la definición de edad o sistema inmunológico, escribe Arturo Massol Deyá
Hemos pasado de vivir libres de la amenaza de COVID-19 a un presente donde todos estamos en riesgo. Está clara la importancia del distanciamiento social para reducir los contagios y quedarse en casa -en esta etapa- es evidentemente necesario. Al final de la cuarentena, el día que sea, en dos semanas o dos meses, seguiremos siendo la inmensa mayoría igual de vulnerables. Si encuentran cura o vacuna, eso está fuera de nuestro control. Si ocurriera en un año o menos sería un milagroso triunfo de la ciencia para la Humanidad. Por supuesto, tener acceso a pruebas es crítico para manejar estos tiempos de tempestad; preparar más camas, respiradores, espacios y personal para los enfermos es fundamental. Lo que sí debemos reducir es la tasa de regaños y amenazas del Estado, y pensar más en acción social que necesitamos hoy para vivir mañana.
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