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Mariana Enríquez sobre la literatura de horror en Latinoamérica: “es uno de los géneros que más claramente hablan y se ocupan de la otredad”

La autora y periodista relató en Puerto Rico algunos de los retos que ha enfrentado en su trayectoria y habló sobre el estado actual de una literatura que es considerada, muchas veces, como “menor”

20 de abril de 2024 - 8:00 AM

La autora argentina Mariana Enríquez formó parte del Segundo Congreso Internacional de Escritores en Caguas. (Agencia EFE)

En un castillo gótico, en algún lugar lejano, vive un vampiro milenario que aterroriza a una doncella.

En una tierra extraña, un hombre busca desafiar a Dios y usa los poderes de la ciencia para darle vida a un monstruo.

En un país Latinoamericano, una dictadura militar toma control de todo y tortura y desaparece a 30,000 personas.

En una isla del Caribe, un huracán destroza todo y en un intento por salvar cara, un gobierno intenta suprimir la verdadera cantidad de muertos ocasionados por su negligencia.

Las historias de horror han sido parte del canon literario mundial desde antes de la invención de la escritura. Algunas son ficticias, otras parten de la realidad, pero las premisas para una literatura de horror pueden venir de cualquier lugar. Así lo explicó la escritora argentina Mariana Enríquez durante su conferencia “Escribir terror en América Latina (y en castellano)”, que ofreció como parte del Segundo Congreso Internacional de Escritores llevado a cabo en Caguas.

“El terror es uno de los géneros que más claramente hablan y se ocupan de la otredad. Y no solamente en este sentido, que es de cómo nos relacionamos con el otro, sino el otro diferente, al que le tenemos, al desconocido, lo que esencialmente es diferente porque es sobrenatural, o sea, porque no pertenece a nuestro mundo, los monstruos propios y ajenos”, ofreció Enríquez sobre la relevancia de este género en la actualidad.

La autora y periodista —quien ha escrito cerca de una veintena de libros y ganó el Premio Herralde de Novela por “Nuestra parte de la noche”—, relató algunos de los retos que ha enfrentado en su trayectoria y habló sobre el estado actual de una literatura que es considerada, muchas veces, como “menor” dentro del mundo de la escritura. Una de las primeras cuestiones a las que se enfrentó una vez tomó la decisión de escribir horror, fue la creación de una voz propia, que hablara desde su experiencia como argentina.

La autora citó varias fuentes de inspiración que parten de lo cotidiano, como la religión, las mitologías y el propio cuerpo humano. Sobre este particular, usó como ejemplo el cuerpo femenino.

“Hay algo del cuerpo femenino que tienen muchos secretos horribles que guarda, yo lo noto cada vez que alguna de mis amigas tiene un hijo, por ejemplo, se juntan todas alrededor y empiezan a decir, ‘y ahora va a pasar esto y después te va a pasar lo otro, y después lo que puede pasar es que en los músculos del vientre pase tal cosa’. Y son cosas que manejamos entre nosotras. Las mujeres sangramos o más vez por mes durante la mitad de nuestra vida. Y no solo no nos morimos, como dice el dicho famoso, sino que nosotros tenemos todos los secretos de cómo limpiar esa sangre. Nosotras seríamos mucho mejores asesinas que los hombres porque tenemos muy claro que hacer con un pantalón manchado. Yo por lo menos lo tengo muy claro”, dijo, con una risa pícara.

Asimismo, Enríquez citó aquellos horrores que parten de una realidad más compleja y política. “Está la cuestión de los terrores compartidos. Ahí es donde entra la parte histórica, política y regional, pensé en ese momento, cuáles habían sido los primeros textos de horror que había leído en mi idioma, hablo del argentino, ya no del castellano, y esos eran los testimonios periodísticos de la dictadura. Toda esa época, que es la época de la posdictadura, es algo de lo que se habla poco. Pero ese es el gran momento del horror. Durante la dictadura, todo está reprimido, todo silenciado, callado, está detrás de los muros, especialmente en la dictadura argentina, que la sufría muchísimo más la gente que estaba enterada y el resto de la gente o la ignoraba o directamente el silencio era un muro impenetrable”.

Aun así, la escritora relató que fue complicado, al principio, atreverse a hablar de esos temas desde su escritura.

¿Por qué fue difícil incorporar esto en un cuento de género? Porque el género de terror se suele asociar con el entretenimiento y el entretenimiento se asocia con la banalidad. Y a mí me daba miedo que me acusaran de banalizar un tema serio, entre comillas. No creo que el entretenimiento en sí mismo tenga semillas de banalidad. Y también creo que el prejuicio en contra del entretenimiento nace básicamente del hecho de que es popular. Y la crítica suele ser elitista. Y los escritores, en muchos casos, también son elitistas y desprecian lo que le gusta a la gente”, sostuvo.

Más allá de los espacios e ideas de los que puede surgir una literatura de horror latinoamericana, también habló sobre su relevancia en el mundo actual. Para Enríquez, el terror permanece más presente e importante que nunca, porque vivimos la descomposición de la realidad en un mundo repleto de noticias falsas, en el que no se sabe en qué o quién confiar.

Enríquez también hizo un llamado a retomar el género con seriedad, desechando cualquier noción de literaturas mayores o menores, aspirando a narrar las complejidades de la experiencia humana desde una escritura que capture y presente emociones complejas.

“Para mí, no hay nada más serio que un fantasma, que es un ser atrapado en su trauma personal o político, alguien que pide la justicia que no tuvo en vida y repite y cuenta su historia para siempre, incapaz de romper el ciclo, imposible de aplacar, desesperado por ser escuchado. El fantasma es una metáfora poderosa que no debería ser confinada al mundo de la literatura juvenil o del entretenimiento. Los adultos no debemos privarnos de esto. No es justo que nos roben esta manera de poder imaginar mundos y de poder pensar lo horrible, lo que nos desconcierta”.

La autora también reconoció que el mundo enfrenta tiempos difíciles y que harán falta escritores que puedan ver alternativas a cómo se vive, que puedan imaginar mundos alternativos y nuevas realidades esperanzadoras.

“No es la tarea del escritor proveer de comunidad o tranquilidad. Yo, personalmente, no creo que tengamos ninguna tarea. Creo que tenemos un lugar y una función, pero no una tarea, pero si hay alguna, aunque menor, es provocar preguntas. Señalo el misterio, pero no trato de resolverlo. Hay que permanecer en lo inexplicable. La mayoría de las cosas son imposibles de explicar, de todas maneras”, dijo.

Quiero saber cómo a las personas le dan sentido a las cosas, lo que se dicen a sí mismos para explicarse el mundo, cómo viven, cómo se nombran a sí mismos. Porque la vida es difícil, incluso cuando es maravillosa, incluso cuando es hermosa, y lo es con frecuencia, es difícil. A veces, no sé cómo hacemos para atravesar el día o la noche. Escribir es una forma de tratar de entenderlo”, concluyó.

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