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Maestro artesano honra su linaje de hamaqueros pepinianos

José Hernández Seguinot pertenece a la cuarta generación de virtuosos dedicada a este renglón del arte en su familia, oriunda del barrio Robles en San Sebastián

24 de abril de 2024 - 11:10 PM

Orgullo boricua en San Sebastián: así crean las hamacas

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¡Qué asombroso! Mira lo que logra hacer este artesano de Puerto Rico.

José Hernández Seguinot pertenece a una estirpe de hamaqueros que hilvanó su historia desde su bisabuelo, quien les compartió sus conocimientos sobre el milenario oficio artesanal heredado de los indios taínos.

A sus seis años, José sabía cómo hacer una hamaca, pues aprendió observando a sus antecesores que preparaban la curiosa red en San Sebastián del Pepino y la montaban sobre sus hombros para venderla en otros pueblos.

Así permanecían durante varios días hasta que cosechaban el fruto del arduo trabajo para nutrir a los suyos. Es la cuna que moldeó al artesano pepiniano, que continúa con el legado a sus 74 años.

No solo eso, sino que el maestro certificado por la Compañía de Fomento Industrial y el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) también enseñó a su esposa Carmen Soto Quiles y a su hija, Kristy Marie, honrando su linaje con una quinta generación.

“Yo vengo de una descendencia de hamaqueros desde mi bisabuelo Lito Hernández, mi abuelo José Hernández y mi padre Pedro Hernández. Yo soy la cuarta generación y mi hija es la quinta. Comencé a hacer hamacas desde los seis años, mirándolos a ellos”, relató Hernández Seguinot que es oriundo del sector Muñiz en el barrio Robles.

“Ellos comenzaron con la hamaca de maguey, que están ligadas a la historia de los indios taínos. Yo, mirándolos a ellos aprendí a atar las pencas, la fibra del maguey y después comencé a trabajar todos los tipos de hamacas que hay en Puerto Rico”, contó.

El pepiniano destacó que, “para el tiempo en que me criaba, noté que mi abuelo pintaba la hamaca con una pepa que venía de una mata que le decían ‘dama de noche’.

“Entonces, él echaba un montón de pepas en un balde grande y ahí cogía el hilo blanco, porque el hilo siempre viene blanco y hay que pintarlo. Ahí lo ponía, lo estrujaba y cuando lo sacaba, ya estaba pintado de color lila. Luego lo sacudía y lo ponía al sol y de ahí se iba a venderlas a diferentes pueblos como Rincón, Cabo Rojo e Isabela”, recordó.

“Nosotros nos criamos bien pobrecitos y así seguimos poco a poco, yo observándolos y fui creciendo. Luego me puse a trabajar en la agricultura desde temprana edad para ayudar a mi padre con la caña. A los 16 años, me fui para Estados Unidos un tiempo y allá hice mi vida en Nueva Jersey. Allí estuve 20 años”, mencionó.

Sin embargo, una coincidencia del destino hizo que José cambiara la dirección que llevaba y reactivara sus memorias en la confección de hamacas.

“Con el tiempo me dio con volver a lo que hacía desde niño, que son las hamacas, especialmente por una asignación que le dieron a mi hija. Me dijo: ‘Papi, ¿por qué no vuelves a hacer hamacas? Tú vienes de una descendencia de hamaqueros y yo no quiero que se pierda nuestra cultura’”, reveló.

“Luego yo seguí haciendo hamacas. Fuimos al Instituto de Cultura, nos certificamos mi esposa y yo. Ella (Carmen) aprendió de mí hace más de 30 años y, en todas partes hemos estado juntos, hasta el día de hoy que hemos ido a diferentes pueblos a enseñar nuestra cultura”, confesó.

De hecho, tanto Carmen como José están certificados en cuatro renglones artesanales: hamaca, macramé, higüera y coco.

Entre los tipos de hamaca que confeccionan se encuentran “la hamaca de maguey que es la que hacían los indios. También hago de nudos, la tradicional, de silla y otras que tienen diferentes usos, como, por ejemplo, para mascotas, para poner frutas en la cocina, entre otras”.

“La hamaca de nudos está hecha con los pedazos que sobran de otras hamacas, se echan en un cajón y, cuando tengo tiempo, comienzo a hacer la hamaca de nudos. Es resistente, porque es el mismo hilo que usamos para la hamaca regular. El hilo contiene algodón y aguanta unas 800 libras en cuestión de peso”, afirmó.

Igualmente, mencionó que el proceso de hacer una hamaca puede durar varios días, “todo depende del tipo de hamaca que quiera hacer”.

“Tener hamaca nos da unas ventajas. Primero, las hamacas son útiles porque cogen menos espacio que una cama. En segundo lugar, la hamaca puede doblarla bien y ponerla en una mochila en caso de emergencia y se cuelga hasta en el monte, a donde sea, y no tiene que ponerla en el piso”, señaló.

Por su parte, Carmen de 58 años confesó que la labor artesanal que comparte con su esposo ha sido de gran beneficio para la relación.

“Esto nos ha hecho ser más unidos. Quizá hemos tenido altas y bajas en cuestión de trabajo, pero hacer las hamacas es una terapia. Además de que me gusta ir a las ferias artesanales porque me siento libre y así es el artesano… libre”, recalcó.

Para detalles: 787-318-8964.

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