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Explora el poder sanador de la escritura terapéutica

Hay experiencias dolorosas o procesos mentales complejos que podemos manejar y entender mejor cuando los plasmamos en papel

21 de marzo de 2021 - 12:00 AM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 3 años.
Las técnicas de terapia narrativa también tienen su aplicación para la cotidianidad. (Shutterstock)

Experimentamos en la vida eventos, situaciones, momentos de emociones extremas y procesos complejos que, muchas veces, no podemos apalabrar en voz alta. Tomar un lápiz y dar rienda suelta a la escritura es una alternativa y es, en sí mismo, un ejercicio terapéutico de sanación y liberación.

Para los profesionales de la salud mental y el trabajo social, la escritura terapéutica es la terapia narrativa. Es una práctica que inició en el campo del trabajo social para apoyar a mujeres violentadas en sus procesos de sanación, apunta la psicóloga clínica Yarimar Rosa Rodríguez.

“El mismo curso de hacer intervención con mujeres violentadas dio cuenta de que aquello que no se podía decir directamente, se podía manejar a través de la escritura”, explica Rosa Rodríguez, quien es directora del Centro de Investigaciones Educativas de la Facultad de Educación, de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras.

Las técnicas de terapia narrativa también tienen su aplicación para la cotidianidad. Es, al mismo tiempo, contar tu historia, y reescribirla.

“Hay una belleza en la escritura narrativa y tiene que ver con que te provee la oportunidad de no solo relatar, sino también de mirar la historia desde otra perspectiva, de insertarse uno en la historia para replantearla, para remirarla, para, inclusive, recontarla o cuestionar. Cuando miras lo que escribiste, puedes decir ‘es que no debió haber sido así, pudo haber sido de esta otra manera’”, cuenta, por su parte, Elithet Silva Martínez, catedrática asociada de la Escuela Graduada de Trabajo Social, también en la UPR de Río Piedras.

Rosa Rodríguez y Silva Martínez son ambas facilitadoras de Siempre Vivas Metro, una iniciativa adscrita a la UPR de Río Piedras para la erradicación de la violencia de género en la que también encuentran apoyo colectivo sobrevivientes de múltiples manifestaciones de esta violencia. Aquí, ponen en práctica la terapia narrativa.

Tres fases

Al abordar alguna situación o experiencia desde la escritura, sugiere Rosa Rodríguez, puedes hacerlo en tres fases. La primera es hacer una descripción externa contestando la pregunta ¿qué pasó?

La segunda fase, sería una descripción desde el interior. Es una escritura más subjetiva que tiene el propósito de contestar preguntas sobre las emociones que ese suceso genera, con cuáles te sientes cómoda o cómodo y con cuáles no.

Luego de esta segunda fase, suele ocurrir una pausa que puedes aprovechar para mover el cuerpo.

“Cuando regresas, por lo general, la tendencia es que ya te moviste a la tercera fase, que es el espacio reflexivo”, apunta la psicóloga clínica. “¿Cómo esto me cambia y me transforma?”, señala sobre las preguntas que en esta reflexión se exploran.

Las tres fases no son lineales, sino que una persona puede ir y venir entre una y otra.

Pero, ¿cómo empezar a escribir?

Escoge tu libreta

Piensa que las páginas serán un espacio en donde vas a desbordarte. Esa libreta, menciona Rosa Rodríguez, se convertirá en un libro sobre ti.

“Es un espacio especial donde yo voy a conectar conmigo mismo”.

Y no hay reglas para utilizarla. Igual puedes dividirla en partes, o dedicar diferentes libretas a distintos propósitos.

Pregúntate qué ocupa tu mente en este momento

“La invitación es ‘comienza a hablar de lo que a ti te atraviesa. Comienza a describir la experiencia vivida sin preocuparte de si hace sentido’”, establece Silva Martínez.

No prestes demasiada atención a las normas de ortografía y gramática

Hay personas que piensan que hay una sola manera de escribir, que, en términos de sintaxis y ortografía, tienen que seguir unas líneas específicas, como si estuvieran desarrollando una pieza literaria. Esa es una posibilidad dentro del universo de posibilidades de la escritura como ejercicio para sanar, pero no tiene que ser el punto de comienzo.

También, puedes escribir en forma de bosquejo o de mapa, con un relato principal del que se desprenden otras historias. Se trata de una narrativa en la que tú asumes autonomía absoluta del proceso, describe Silva Martínez.

Escribe en primera persona

La catedrática de trabajo social habla del “relato del yo”. Es una forma de apropiarte de tu historia contada por ti misma. Aun en experiencias traumáticas y de victimización, la escritura narrativa es una herramienta para que la persona se pueda separar de esa vivencia al reconocer que “yo pasé por esta experiencia, pero yo no soy el problema, no soy una víctima eterna ni fui quien provocó la situación”.

Es válido escribir como si estuvieras contándole la historia a otra persona, haciendo un cuento o una reflexión.

“Escribe en primera persona, como si tú estuvieras contando la historia, pero esa historia tiene tantos y tantos matices que tú puedes decidir si, de momento, te paras en determinado punto y quieres relatar un poco más”, añade Silva Martínez.

No pienses que todo tiene que ser escrito

La combinación de párrafos de narración y reflexión con dibujos también es una forma de desarrollar tu escritura terapéutica. Asimismo, la incorporación de otros elementos de memorabilia, fotografías y papelería pueden complementar tu escrito.

Combina los períodos de escritura con ejercicios de respiración y movimientos corporales

Silva Martínez resalta cómo se nos ha socializado para pensar que nuestros cuerpos están desvinculados de nuestra mente, emociones y cogniciones. En el proceso de escribir, “puedo darme el espacio para trabajar lo intangible con lo corporal”, sugiere.

Una forma de hacerlo es escribir al aire libre y tomar pausas para respirar conscientemente, caminar o, simplemente, contemplar y luego retomar.

Regresa a la historia

Una vez tuviste tu periodo de escritura y tomaste un descanso, aprovecha para revisar lo que escribiste. Es una oportunidad para cuestionar lo escrito, repensarlo e, incluso, elaborar en algunas partes.

“Especialmente, cuando ha habido una injusticia, vale preguntarse ¿dónde se necesita una reivindicación?”, enfatiza Silva Martínez.

Para la catedrática de trabajo social, el proceso de escritura es como andar un camino por el que se van dejando señales que luego se pueden revisitar.

No le temas al uso de los colores

Tanto para la redacción inicial, como para el proceso de revisión, los lápices, subrayadores y bolígrafos de colores pueden ser de gran utilidad, y tener múltiples funciones y significados.

“Tú puedes releer tu historia y marcar palabras importantes, cosas a las que quieres regresar”. Por ejemplo, marcar en verde fragmentos específicos donde identifiques un crecimiento o transformación como una simbología de “reverdecimiento”, según ilustra Rosa Rodríguez a partir de su experiencia trabajando con mujeres jóvenes.

Escribe cartas

“A veces, la carta está dirigida a alguien y esa persona puede ser alguien importante en tu vida que quizás ya no está en el plano terrenal. O quizás, es una carta a tu niña o niño interior o a ti mismo en distintos puntos de la vida pasada o a la que serás en el futuro”, apunta Silva Martínez.

Ejercicio de planificación

La escritura narrativa puede ser un ejercicio para proyectarte hacia el futuro.

Aquí, puedes contestar preguntas como ¿qué es lo próximo que voy a hacer?, ¿cómo me muevo de este lugar?, ¿cómo me muevo del dolor?, ¿qué pude haber hecho en ese momento?, ¿qué pudo ser distinto? “Vamos a contar esa historia que tal vez no ha ocurrido todavía y eso puede ser un ejercicio de planificación”, agrega Rosa Rodríguez al afirmar que la escritura narrativa no es solamente para describir experiencias que duelen, sino para escribir sueños y anhelos.

Comparte tu historia

Silva Martínez recuerda que muchas personas tienen historias que están rodeadas por el silencio y piensan que son las únicas con esas vivencias. Sin embargo, cuando se juntan las historias, es posible darse cuenta de que otras personas comparten experiencias similares.

“Cuando juntamos nuestras historias con las de otras, nos damos cuenta de que no somos las únicas. Nos vemos reflejadas y validadas en las historias de otras personas, y caminamos en colectivo para renombrar la experiencia. Ese ejercicio de leernos unas a otras o de escucharnos también puede ser bien liberador”, puntualizó.

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Este contenido fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.

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