Tiempos extraños y alianzas raras en el PPD
La designación de Luis Vega Ramos como secretario general del Partido Popular Democrático (PPD) convierte al exrepresentante soberanista en la mano derecha política de José Luis Dalmau, el abatido presidente de la Pava que, desde su escaño senatorial, vociferó una y otra vez: “qué bueno es el ELA”.
Tiempos extraños y alianzas raras entre los rojos.
Puede que todo sea una estrategia de apertura ideológica para solidificar el atomizado partido. Puede que se deba a falta de talentos allegados al presidente. O puede que Dalmau simplemente necesite enviar un mensaje de que, contrario a su intento anterior, no buscará definir ideológicamente al PPD entre la libre asociación o el ELA para poder llevar la fiesta en paz en la Casa Grande. O puede que sean todas las anteriores.
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La selección de Vega Ramos como secretario general, que aún tiene que ser refrendada por la Junta de Gobierno, coloca en un puesto de poder político principal a un exrepresentante que históricamente ha tenido que luchar desde los márgenes de su propio partido para ser escuchado.
Vega Ramos es visto como un “buen popular” por ambos bandos ideológicos en la Pava por su tiempo en la colectividad, sus lazos históricos y familiares al partido y por su fiscalización contra gobiernos encabezados por el Partido Nuevo Progresista (PNP). Pero no han sido pocos – incluyendo al estratega principal de Dalmau, Jorge Colberg Toro – quienes en distintas ocasiones se han enfrascado en grandes trifulcas con él, al punto de sugerir que debía abandonar el partido por sus posturas en favor de la soberanía.
El puesto de secretario general en un partido es el equivalente en la estructura estatal a ser “chief of staff” o secretario de la gobernación: es la persona encargada de poner a los demás en cintura y exigir disciplina, de recibir quejas y agravios del equipo político, y de ser el pararrayos de los ataques de la prensa y la oposición. Se trata, en fin, de ser quien le vele las espaldas al presidente Dalmau.
Será, sin duda, un nuevo rol para Vega Ramos, acostumbrado a estar en el otro lado de la ecuación: no el que exige disciplina de partido, sino a quien se le exige. Ahora la tortilla se viró y él tendrá que balancear la disidencia interna y la libertad de criterio – que él siempre desarrolló durante su carrera – con su puesto como vigilante institucional del partido más antiguo de Puerto Rico.
La decisión de colocar a Vega Ramos en ese puesto es, sobre todas las demás cosas, un intento de Dalmau de enmendar errores. Con el soberanista Vega Ramos como secretario general y Dalmau de presidente, indudablemente ya no se celebrará ninguna consulta interna para determinar qué rumbo ideológico tomará el partido. El PPD quedará en la ambigüedad ideológica de modo que quepan, de cara a las elecciones de 2024, tanto estadistas light como happy colonials e independentistas por otro nombre, todos juntos y revueltos pero sin mencionar el cuco del status.
Y si la designación de Vega Ramos es un intento de enmienda de Dalmau por ser obtuso ideológicamente en el partido donde se supone que todos quepan, más aún lo es el nombramiento de Nina Valedón, una autodescrita feminista, como subsecretaria. Dalmau sabe, y el nombramiento de Valedón parece reconocerlo, que su comentario equiparando la terminación de un embarazo con el asesinato le costó muchísimo dentro de las filas liberales del PPD.
Finalizados los primeros dos años del cuatrienio, y de cara al inicio del próximo ciclo electoral, Dalmau reconoce que necesita fiscalizar más fuertemente el gobierno de Pedro Pierluisi, y que Vega Ramos puede ayudar en esa faena. Pero, más importante aún, el presidente del PPD, que lucha por su vida política, ha finalmente entendido, aunque sea a regañadientes, que no puede darse el lujo de restar ni dividir en su partido y que tiene que sanar profundas y dolorosas fisuras. Si lo logra, está por verse, pero su selección de secretario general es, al menos, un intento.
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