Mucho ruido político y pocos cambios
Los dramas políticos insulares prometen arreciar en 2023 con la cercanía de nuevos comicios, la posibilidad real de alianzas políticas y una potencial primaria contra un gobernador incumbente en el principal partido de Puerto Rico. Será entretenido, no hay duda, pero poco cambiará en la vida de los puertorriqueños que, pese a los recientes movimientos en la Cámara de Representantes federal, continuarán viviendo, como lo han hecho por los pasados 124 años, en un territorio de Estados Unidos que ni tiene voto en el Congreso ni puede pactar con otras naciones independientes.
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En el Partido Nuevo Progresista (PNP), la comisionada residente Jenniffer González, si de verdad pretende lanzarse a la gobernación en 2024, deberá usar este próximo año para resaltar aún más las diferencias que la separan a ella del incumbente gobernador Pedro Pierluisi. En alguna medida, González en 2022 ensayó algunas de estas líneas de diferenciación, con sus críticas frecuentes a LUMA (que el gobernador defiende a la saciedad), con su malestar de que no le consultan importantes decisiones ejecutivas, y con posturas puntuales en temas como las armas de fuego. Sin embargo, para enviar señales aún más claras a los electores y donantes de que esta vez va por todo, deberá afinar y arreciar lo que la distingue a ella de él.
González necesitará mucho más dinero del que tiene, porque Pierluisi, quien nunca ha abandonado los esfuerzos de recaudación, goza de un comodísimo pote que los donantes querrán inflar ante la expectativa de tocar algún cantito, por vía de contratos, de las decenas de miles de millones de dólares federales que se avecinan por reconstrucción y, más recientemente, por Medicaid. Ser gobernador incumbente resulta en una gran ventaja para recaudar fondos políticos.
El drama que se avecina en el PPD, mientras tanto, se centra en quién asumirá el liderato de esa alicaída franquicia en mayo y si finalmente enfilarán los cañones para defender la colonia en algún plebiscito de status. Esa anticipada defensa, en un plebiscito que ni se sabe si sucederá, corre el riesgo de generar un efecto contrario al deseado: más que unificar y darle un norte al partido, podría atomizarlo aún más, pues figuras importantes y disímiles de la colectividad – el exgobernador Aníbal Acevedo Vilá y el expresidente del Senado Eduardo Bhatia, entre otros – han aplaudido la exclusión del territorio como opción definitoria de status. Otras riñas intestinas en el PPD, como los encontronazos entre los presidentes legislativos populares de este pasado verano, que tuvieron consecuencias terribles sobre la capacidad de autogobernarnos, podrían repetirse cuando se acalore la contienda proselitista.
Mientras tanto, el acercamiento entre el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) es un desarrollo que ningún actor político se puede dar el lujo de ignorar. Que en tiempos modernos dos partidos sólidos – uno con años de historia y otro con un impresionante entusiasmo juvenil – contemplen unirse puede cambiar todo el tablero político en 2024. El reciente anuncio de sus principales líderes, Juan Dalmau y Manuel Natal, frente a la Comisión Estatal de Elecciones, de que retarán aspectos legales del ordenamiento electoral anticipa la posibilidad de un junte que, por necesidad política y legal, tendrá que ser creativo. Los candidatos a la gobernación de ambos partidos obtuvieron en 2020, de manera combinada, el 27.5% del favor electoral, lo que se traduce en menos de seis puntos porcentuales que el ganador de esa contienda. Quienes realmente estén hartos del PPD y el PNP, y su intercambio en el poder por más de medio siglo, verán aquí el vehículo de cambio más rápido y efectivo para el 2024.
Los dramas políticos del 2023 probablemente estén aderezados con las bobadas a las que ya nos hemos acostumbrado – un tenedor pegado al cuerpo por aquí, una pelea de borrachos por allá – y, a final del próximo año, al igual que al final de este 2022, habrá mucho ruido político, pero, simultáneamente, muy poco habrá cambiado. Puerto Rico es, ya lo dijo un literato, la isla que se repite.
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