Si las estrictas leyes aprobadas no han servido como disuasivo para acabar con la corruptela pública, ¿qué podrá hacer desaparecer esa fea verruga que le ha salido a la cara de la administración pública?, cuestiona Antonio Quiñones Calderón
Si las estrictas leyes aprobadas no han servido como disuasivo para acabar con la corruptela pública, ¿qué podrá hacer desaparecer esa fea verruga que le ha salido a la cara de la administración pública?, cuestiona Antonio Quiñones Calderón
Los golpes de pecho que se está dando el liderato del Partido Popular Democrático en su condena a los arrestos de dos alcaldes del Partido Nuevo Progresista no solo revisten un acto de infantil hipocresía, sino que evidencian el uso de la demagogia política al tratar un asunto de la trascendencia como es el flagelo de la corrupción pública. Una tragedia que, en el caso de la gobernanza municipal que conmueve a la opinión pública en estos días, es de larga data y abarca por igual a ejecutivos municipales de los dos partidos que históricamente se han turnado en el poder público.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: