La solidaridad no nace ni se alimenta de la lástima, sino del reflejo de nuestro propio rostro que percibimos en la otra persona, escribe Eunice Santana
La solidaridad no nace ni se alimenta de la lástima, sino del reflejo de nuestro propio rostro que percibimos en la otra persona, escribe Eunice Santana
Haití suda con el esfuerzo del trabajo. Vibra con ritmos musicales mientras entona lamentos de dolor. Brilla con el resplandor del sol que le inyecta vigor y a la vez le quema. Suspira con ansias de un mañana mejor. Se levanta contra toda adversidad. Perdura sostenido por la fe, su historia de lucha y su cultura de resistencia. Florece en el conocimiento y la esperanza de saberse acompañado por pueblos hermanos que comparten el pan, la vida y el amor.
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