OPINIÓN
Puertorro Blues
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Los puertorriqueños no somos un país de cultura política violenta; preferimos convertir la revuelta, siempre cívica, en fiesta. La ‘comparsa’ es la gran metáfora de estas manifestaciones, escribe Edgardo Rodríguez Juliá

14 de noviembre de 2020 - 11:40 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.
San Juan, Puerto Rico, Julio 28, 2019 - MCD - Viejo San Juan - FOTOS para ilustrar una historia relacionada a las manifestaciones (día 16) en contra del gobernador Ricardo Rosselló debido a la controversia de su gobierno por asuntos de corrupción y el chat de Telegram. EN LA FOTO la convocatoria de manifestación bailando salsa. FOTO POR: tonito.zayas@gfrmedia.com Ramon " Tonito " Zayas / GFR Media (tonito.zayas@gfmedia.com)

Antes de entrar en materia, y descifrar ese número que encabeza el artículo, merecemos un pequeño desvío: Los testimonios norteamericanos sobre nosotros los puertorriqueños oscilan entre la empatía y el sarcasmo. Cuando el Dr. Francis W. O’Connor visitó Puerto Rico en 1927, auspiciado por la Rockefeller Foundation para planificar importantes estudios epidemiológicos y sentar cátedra en la recién inaugurada Escuela de Medicina Tropical, su Diario se caracteriza por una empatía que a veces alcanza un aprecio profundo de los puertorriqueños y de sus esfuerzos salubristas. Solo un comentario mordaz encontramos en su ecuánime prosa: Compara La Perla con un barrio del Londres de Dickens y a su gente como “the last resort of degraded humanity”. Hasta ahí su arrogancia imperial.

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