La triste realidad con la AEE
No sé en qué idioma habrá que decir que en Puerto Rico, hasta que no se acabe de formalizar el Plan de Ajuste de la Deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica, la corporación seguirá chapoteando en los mismos problemas; no habrá un flujo de fondos federales para modernizar las viejas plantas en las que a cada rato se desata un incendio; y tampoco habrá una sola compañía que se decida a unir su destino al de la generación eléctrica en la Isla, cuando todavía quedan cabos sueltos, acreedores fuertes que no se conforman con los acuerdos que se han puesto sobre la mesa.
Los miembros de la Junta de Control Fiscal tiraron la raya —una nueva raya— el martes 13 de diciembre, y ya al viernes 16 estaban presentando un Plan de Ajuste que no responde necesariamente a las últimas exigencias de los acreedores.
Es verdad que anteriormente se consiguió el respaldo de los prestamistas de las líneas de combustible, grupo importante, pero quedan otros que siguen renuentes a negociar, aferrados a la idea de que hay que pagarles lo que ellos dicen que hay que pagarles, y la Junta Fiscal aferrada a la suya de que los abonados no podrían cargar con los aumentos derivados de los pagos que exigen los bonistas. Más claro ni el agua.
A la Junta, para decirlo en el argot de la calle, se le calentó la cafetera y envió el Plan de Ajuste de la Deuda al foro judicial correspondiente. La mayoría de la población no está al tanto de estos tejemanejes, porque aquí de cuando en cuando surge un hervidero de especulaciones, sale a la calle alguien con un micrófono, y le pregunta al viejito que está jugando dominó: “¿Qué le parece que le van a aumentar $1,000 por electricidad al año?”, entonces el viejito se cae para atrás. No hay casi seriedad en los argumentos que se le presentan al ciudadano, y en los momentos en que sí la hay, todo se hace tan complicado que muchos se pierden en la explicación, o se aburren, que es peor que perderse.
Parece más cómodo meterle en la cabeza a la gente que va a aumentar muchísimo la luz, con el horror que eso naturalmente causa, que hacerla razonar con los datos y comprender que la descomunal deuda que contrajo la AEE se va a reducir en un 50%, gracias a las negociaciones de la Junta Fiscal y los mediadores asignados por la jueza Laura Taylor Swain. No se puede estirar más el chicle porque la verdad es que la deuda de $10,000 millones existe, no es un invento chino. El dinero que se pidió prestado se usó, mal usado, pero se usó. Los que ahora se muestran tan enérgicos denunciando el Plan de Ajuste de la Deuda, aprovechando cualquier resquicio para protestar y alarmar a la población, son los mismos que asistieron callados al derroche. Los mismos que sabían que ese tren de vida de sueldazos, chanchullos, politiquería y nepotismo, estaba hundiendo a la Autoridad. Pero nadie se atrevió a movilizarse, ni a organizar manifestaciones, ni a augurar que la mala administración la terminaríamos pagando nosotros, porque, entre otras cosas, había un sindicato poderoso que se supone que estuviera pendiente de esos asuntos, defendiendo la integridad de la corporación, y que tan pronto tuviera conocimiento de que nos llevaban a la ruina, levantaran un gran escándalo, y un verano, y un otoño y hasta un invierno contra el expolio. Aquí se vino a saber que la AEE estaba en ruinas cuando pasó María, recuerden la pesadilla de ir mendigando postes a otros países; los almacenes estaban vacíos porque todo se lo habían comido en bonos, prebendas, sueldos y contratos. Si María pasó en el 17, ¿por qué no hubo gente que, conociendo el riesgo que corríamos, el abandono, los horrores que se estaban perpetrando, no convocó al pueblo a salir a la calle? Con LUMA no era que había ir a la calle, sino mucho antes, contra los bandidos que hundieron la corporación.
El pasado martes, por televisión, a la pregunta de que si un estancamiento en las negociaciones podía ponernos en riesgo de perder las protecciones del Título III, o sea, que la jueza Taylor Swain levantara las moratorias, una de esas “expertas” que asoman la cabeza de tanto en tanto, dijo que “eso era absurdo”. ¿Ah, sí? Absurdo por qué, a ver. Van diciendo disparates y como no elaboran, ni nadie les pregunta más, fomentan la confusión y la fantasía. Fantasioso es decir que la deuda de Energía Eléctrica no hay que pagarla, ni siquiera cortándola a la mitad.
Pues miren, el mundo, los mercados, el sistema en que vivimos, funcionan de otra manera. La Junta Fiscal, aunque algunos vociferen lo contrario, está tratando de que salgamos lo mejor posible. Si hubiera querido complacer a los bonistas, hace rato hubiera negociado un Plan de Ajuste más del gusto de ellos. Y conste que esos bonistas van a dar la batalla en los tribunales.
Estoy segura que no está en los planes de la magistrada lastimarnos y hacernos pagar lo que no vamos a poder pagar. Pero cumplir con nuestras obligaciones, tendremos que hacerlo, y con cualquier acuerdo, por razonable que sea, nuestros hábitos de consumo van a tener que adaptarse a lo que finalmente se consiga.
Muchos conocen aquella divertida frase de Groucho Marx que decía: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Pues parafraseándolo, con esto del Plan de Ajuste de la AEE, puede decirse: “Esta es la realidad, pero si no les gusta, no hay otra”.
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