Cercanos a los blancos o los rosados, pero con personalidad propia, cada vez más bodegas de prestigio apuestan por desarrollarlos
Cercanos a los blancos o los rosados, pero con personalidad propia, cada vez más bodegas de prestigio apuestan por desarrollarlos
La primera vez que nos topamos con los vinos naranjos fue hacia mediados de 2000, cuando caímos como visita en la bodega de Josko Gravner, un productor del Friuli, en Italia, casi en la frontera con Eslovenia. Por esos años, Gravner estaba alucinando con la idea de la involución, con eso de olvidarse de la tecnología y volver a los comienzos mismos del vino, tanto en historia como en técnica. Él venía llegando del Cáucaso, de Georgia, desde donde se había traído las formas de producción y también varias ánforas de greda, en las que ahora estaba haciendo sus vinos. La uva que usaba era la ribolla gialla, una uva blanca.
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