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Con un pasito para adelante, otro para detrás, y el movimiento cadencioso de cadera, algunos viajeros se animaron a tratar de bailar la danza de los garífunas, en Roatán, Honduras. En esos días también experimentaban los sabores auténticos de los tamales, (y aprendían que hacerlos en casa no es tan difícil como parece), de la leche de coco y del grano de amaranta, complaciendo al paladar más exigente y despertando curiosidad en quienes no están familiarizados con estos sabores.