Más que una toma de posesión o un cambio de mando esperanzador, aquella fanfarria de trompetas, chalecos antibalas, sosera solemne y discursos trillados parecía un funeral preventivo, escribe Cezanne Cardona Morales
Más que una toma de posesión o un cambio de mando esperanzador, aquella fanfarria de trompetas, chalecos antibalas, sosera solemne y discursos trillados parecía un funeral preventivo, escribe Cezanne Cardona Morales
Estados Unidos le teme a Estados Unidos más que nunca en su historia. Ni en las exequias de John F. Kennedy hubo tantos soldados destacados como en la toma de posesión del presidente Joe Biden. Fueron más de 27 mil soldados de la Guardia Nacional, millas de verjas y toneladas de pólvora solo para que dos personas pusieran la mano encima de una Biblia. Ni hablar del cristal blindado que protegía a los expresidentes y sus invitados; más que una táctica cursi de protección masiva, aquello parecía una vitrina de Marshall’s en temporada baja o una pecera llena de langostas democráticas con las palancas amarradas. Es irónico -casi cínico- que la toma de posesión del presidente Biden tuviera casi tantos alambres de púa como la muralla fronteriza que prometía Trump al principio de su mandato.
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